Jugar a la ouija era algo muy común en mi infancia pero algo ocurrió en mi adolescencia que hizo que no quisiese jugar más.
Corrían los años más cómodos de mi vida, esos años en los que asistir a clases en el instituto era la mayor de mis preocupaciones.
Nunca fui un estudiante modelo, de echo, era un estudiante problemático.
Esta, es una de las historias más paranormales que jamás he vivido con la ouija.
Aún hoy, cuando la recuerdo me estremezco, un escalofrío mu recorre el cuello y me pone el bello de punta.
Espero que jamás nadie vuelva a pasar por algo así. Esta es la historia de cuando un grupo de estudiantes decidieron que charlar con los espíritus con una tabla de espiritismo sería divertido.
Advertencia:
Si eres una persona susceptible, no debes seguir leyendo, el siguiente relato es cien por cien real y puede provocar que mucha gente intente probarlo. No lo hagáis, la tabla de espiritismo no es un juego, repito, no os lo toméis a broma, la ouija es real, no es un juego de mesa para entretenerse.
Si aún así, quieres saber porque digo esto, aquí tienes el relato de mi experiencia con la ouija. Que tengas suerte esta noche.
La Ouija
Aquel año, era la tercera vez que repetía curso, era el abuelo de la clase, pero eso no impedía que me gustase ser el payaso.
Los compañeros a los que recuerdo con mucho cariño, muchas veces se dejaban influenciar por mí, otras simplemente no me contradecían por el motivo que fuese.
Como era de esperar, a pesar de las pegas de los profesores, ese año salí elegido como delegado de clase. Esto conllevaba una responsabilidad y unos privilegios, pero para mi, era otra oportunidad de llamar la atención defendiendo a mis compañeros frente al enemigo: los profesores. A los que ahora, también recuerdo con mucho cariño, sobre todo por su paciencia conmigo.
Mi pueblo natal, se llama El Palmar y el instituto cuando yo cursé, tenía el mismo nombre, I.E.S. El Palmar.

No recuerdo si cursaba tercero o cuarto de la E.S.O. pero lo que si recuerdo, es que yo era mayor que mis compañeros debido a que era repetidor.
Un día, cuando faltó un profesor y tuvimos la hora libre, no se me ocurrió otra cosa que proponerles a mis compañeros hacer una tabla de la ouija.
Como todos estaban aburridos, decidieron seguirme la corriente a sabiendas de que era muy posible que intentase quedarme con ellos. En el grupo que tomó tal decisión nos encontrábamos tres chicas y dos chicos. Les voy a cambiar los nombres para que nadie se sienta mal por contar este suceso.
Los compañeros
Les vamos a llamar:
-Antonio, un chico muy agradable, trabajador, buen estudiante y una cosa por la que le insistí que no participase, es porque no estaba bautizado según las costumbres católicas que son las que predominan en mi país.
-Remedios, una chica encantadora, bajita, regordeta, con una sonrisa encantadora y sin maldad ninguna.
-Pepa, una chica bastante peculiar, era valiente como no he conocido otra, pero a la vez creo que se hacía la dura.
-Ana, una chica audaz, de las que se podría decir que es del grupo de los populares y que además insistió en que ella tenia experiencia haciendo la tabla de la ouija.
Preparé un tablero de la ouija en un folio de papel y nos sentamos alrededor de una mesa, puse una moneda encima del folio y para hacerme un poco el interesante le pedí a Antonio que se lo pensase dos veces, que por no estar bautizado era muy peligroso para él.
Antonio sonrió e hizo caso omiso a mi advertencia.
Todos pusimos el dedo índice sobre la moneda y les pedí que si alguno quería contactar con alguien en concreto me lo dijesen. Con la ouija se podía intentar hablar con algún ser querido que ya no este con nosotros.
Ninguno quiso hacerlo, así que lo haríamos sin llamar a nadie en concreto, solo por si alguien quería ponerse en contacto con nosotros.
Invocación
Les dije que cerrasen todos los ojos y se concentrasen en la moneda que había sobre el tablero, dejando la mente en blanco y pasados unos segundos empecé con la invocación:
-Si hay alguien aquí, que nos haga una señal...
El silencio se hizo por un momento, mientras todos esperaban con los ojos cerrados a que ocurriese algo.
-Si alguien quiere decirnos algo, que mueva la moneda hacia el si.- Insistí.
No había terminado de decirlo y la moneda se desplazó hacía el si sobre el dibujo de la tabla.
Por un momento dude en si alguno de ellos lo había hecho, pero estaban todos con los ojos cerrados menos yo, así que era posible, pero un poco difícil que acertasen exactamente donde esta escrito el si.
Remedios empezó a ponerse bastante nerviosa y aún no habíamos empezado.
Para asegurarme de que no había sido ninguno de ellos el que había desplazado la moneda, pregunte:
-¿Podrías decirme el nombre de mi abuelo?- Ninguno de ellos lo sabía.
La moneda se desplazó a la S, A, L, -En ese momento solté la moneda porque vi a Antonio con un ojo abierto y pensé que era él el que estaba moviendo la moneda, pero justo después de soltarla, la soltaron todos y mientras recriminaba a Antonio que no se lo estaba tomando en serio, nos quedamos helados al ver la moneda moverse sola, V, A, D, O, R, y volvió al centro del tablero.
Pensé que lo estabas haciendo tú por eso he abierto los ojos.- Me dijo Antonio
Remedios, empezó a llorar mientras temblaba mirando la moneda y Ana dijo:
-Y ahora ¿que?
-Ahora hay que hablar con él, y despedirse para que se vaya o se quedará aquí para siempre- dijo Pepa ante el asombro de todos, incluido el mío.
Pusimos los dedos de nuevo sobre la moneda y comencé a preguntar:
-¿Conoces a alguno de nosotros?-
La moneda se desplazó hasta el NO y volvió al centro.
-¿Cómo te llamas?- pregunté
Pero la moneda no se movió.
-¿Cómo te llamas?-Insistí
V, E, T, E- y la moneda volvió al centro
-¿Quieres que me vaya?-
E, L-
-Perdona, no te entiendo, ¿Quién quieres que se vaya?-
Justo en ese momento la moneda salió despedida y cayó al suelo tras caer entre las piernas de Antonio.
Lo sorprendente es que todos teníamos los dedos encima y consiguió escapar.
Recogí la moneda del suelo, Remedios estaba llorando, Antonio sonriendo. Ana estaba claramente nerviosa e intentaba consolar a Remedios, pero Pepa... estaba demasiado tranquila, no era normal su actitud, era como si no fuese ella.
Puse la moneda nuevamente en el tablero y sospechando de que era Pepa la que estaba moviéndola y dado que antes se había movido sola (o eso creímos ver todos), les pedí a los demás que no pusiesen el dedo encima.
-Antes has movido la moneda sin nuestros dedos, ¿Puedes hacerlo otra vez?- dije mientras observaba fijamente a Pepa.
La moneda no se movió.
-¿Puedes decirnos tu nombre?- pregunté mirando a Pepa.
La moneda seguía sin moverse, pero Pepa dibujo una media sonrisa en la cara y negó con la cabeza.
-Pepa, ¿eres tú la que estas moviendo la moneda?-
Pero Pepa guardó silencio y negó con la cabeza.
Antonio no daba crédito a lo que estaba viendo, llegando a pensar que Pepa y yo habíamos montado todo aquello juntos y llegando a felicitarnos por lo bien que lo estábamos haciendo, mientras que la llorera de Ana se unió a la de Remedios.
Yo sabía que no había montado nada, pero es cierto que pensé que Pepa se estaba quedando con todos nosotros, así que ante las acusaciones de Antonio y la desesperación de Ana y Remedios, decidí retirarme.
Fue entonces, al levantarme y darme la vuelta cuando Pepa habló:
-Tu no te puedes ir-
Me giré hacia ella y mirándola a los ojos desde muy cerca, le dije:
-¿Y qué vas ha hacer para impedirlo?
-Ya lo verás- dijo ella.
En ese momento Ana y Remedios nos pedían que parasemos y Antonio no podía parar de reírse.
Me dí la vuelta y me marche de la clase.
Terminó la jornada lectiva de clase y volvimos cada uno a nuestra casa, en aquellos entonces no era como ahora, nadie tenía teléfono móvil con lo que no podíamos ponernos en contacto los unos con los otros si no era con el teléfono fijo.
La tarde transcurrió con total normalidad.
Las consecuencias de hacer la Ouija
Yo, en aquellos entonces fumaba a escondidas de mis padres y me gustaba sacar a mi perro por la noche para echar un pitillo, solía ir a un parque que había cerca de mi casa, salía sobre las once y media de la noche y me recogía pasadas las doce.

En el parque, me gustaba sentarme en un columpio mientras mi perro jugaba y paseaba solo. Era un perro muy tranquilo, nunca tuve ningún problema con él. Cuando terminaba de hacer sus cosas, se venía solo y se sentaba a mi lado.
Aquello era lo normal. Desde el columpio donde me sentaba, se podía ver todo el parque. A mi espalda había una rambla a la que no podía acceder porque había una pared de pinos.
El Parque
Eran las doce menos cinco de la noche, cuando de repente, mi perro que estaba sentado a mi lado, se puso a cuatro patas, en postura defensiva enseñando los dientes y gruñendo mientras miraba al frente mío.
-¿Qué pasa Lucky?
El perro empezó a caminar hacia mi de espaldas mientras enseñaba los dientes y gruñía como si alguien se acercase, pero no había nadie.
El suelo del parque era de lo que aquí se llama chinarro (piedras pequeñas) que hacen ruido cuando caminas por ellas.
De repente, empecé a escuchar pasos en el chinarro que provenían de la dirección donde miraba mi perro, pero... no había nadie.
Pensé entonces en las palabras de Pepa cuando hicimos la ouija y aunque me da un poco de vergüenza admitirlo, me acojone un poco.
Relacioné eso que estaba pasando con la tabla de la ouija que habíamos hecho esa misma mañana y no se me ocurrió otra cosa, que estando yo solo en un parque enorme, ponerme a hablar en voz alta yo solo.
-Si hay alguien aquí que haga una señal.- Dije mientras sonreía, pensando que no pasaría nada.
-PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII- Sonó una bocina de un camión a lo lejos.
-Joder con el camionero, no tiene otra cosa que hacer a las doce de la noche que tocar la bocina.- Dije mientras miraba a mi perro que se había metido entre mis piernas.
-Si ese pito era la señal, no me vale, haz que suene tres veces.-
-PIIIIIIIII, PIIIIIIII, PIIIIIIIIIII- Sonó la puñetera bocina.
Yo, en ese momento tenia los pelos de punta, pero insistí:
-Que casualidad, esa señal no me vale, hazme otra.-
Fue entonces cuando mi perro volvió a la misma postura de antes. Volvían a oírse pasos en el chinarro, pero esta vez parecían correr. Mi perro retrocedió todo lo que pudo justo antes de que se escuchase a mi lado, donde no había nada ni nadie, el ladrido de un perro grande. El ladrido sonaba a un perro enfadado y de alguna raza tipo pitbull.
Mi perro salió corriendo hacia la otra punta del parque y creo que le eche delante. Volvimos a casa con muchas posibilidades de no dormir esa noche.
Llegó la mañana y con ella la hora de volver a clase. No tenía pensado hablar de lo ocurrido con nadie, pero no hizo falta.
La primera a la que me cruce fue a Ana. Parecía muy nerviosa y en cuanto me vio, me cogió del brazo y me dijo que tenía que hablar conmigo sobre la ouija. Fuimos a un lugar donde nadie nos podía escuchar y me dijo que la esa noche sobre las doce, le había ocurrido algo:
Ana y su experiencia con la Ouija
Ana tenia un póster en su habitación, el póster era de Leonardo Di Caprio, (que estaba muy de moda por aquellos entonces). Parece ser que vivía en un dúplex y su habitación estaba en el piso superior, por lo que encima no tiene vecinos.
Me contó que se fue a dormir y cuando su madre se despidió de ella y cerró la puerta de su habitación, empezaron a oírse unos golpes muy fuertes en el tejado, ella llamó a su madre a gritos y esta vino, pero no se escuchaba nada. Pensó que lo había soñado y pidió disculpas a su madre.
Pero dice que pasados unos minutos volvió a escucharlos, y que al girarse en la cama para ver de donde venían esos ruido, parecía que no venían del techo, sino de la pared donde estaba el póster de Leonardo Di Caprio.
Se quedó mirándolo fijamente y me afirmo temblando, que parecía que los ojos se le encendían de un color rojo, con un brillo tan fuerte que podía ver parte de su cuarto mientras los golpes se escuchaban mas fuertes le dio la sensación de que Leonardo con los ojos rojos como si de linternas se tratase, salía del póster.
Volvió a chillar llamando a su madre, que entró en la habitación y dejaron de oírse los golpes y todo estaba igual que siempre. Me afirmó que arranco el póster y lo tiró a la basura y que tuvo que dormir con su madre en la habitación de esta.
Terminó de contarme esto y yo le dije que no le diese la menor importancia, pero que si le pasaba algo más que me lo dijese, no se porque, pero le tranquilizaron mis palabras.
Remedios
La siguiente a la que vi, fue a Remedios. Que curioso, cuando me vio, hizo algo muy parecido a Ana.
Me arrastró hasta donde no podían oírnos y me afirmó que esa noche había pasado mucho miedo por algo que había pasado en su casa.
La muchacha me contó lo ocurrido:
Parece ser que sus padres se marcharon a cenar fuera de casa y le pidieron que cuidase de su hermano pequeño mientras estaban fuera, me contó que en la puerta de su casa tiene tres pestillos que solamente pueden abrirse desde dentro.
Cuando entrabas a su casa, te encontrabas un pasillo largo con distintas habitaciones a los lados, la segunda puerta a la izquierda del pasillo era el salón, y al entrar en él, tení un sofá que daba la espalda a la puerta y frente a él un mueble con la televisión.
Rondaba la media noche, su hermano dormía en su cuarto y Remedios veía la televión en el sofá cuando escuchó unas llaves intentando abrir la puerta, como tenía los pestillos interiores cerrados, se levantó para quitarlos pues imaginaba que eran sus padres que volvían de cenar.
Cuando llegó a la puerta pudo escuchar solamente el silencio, no había nadie allí, pero estaban los pestillos cerrados, así que pensó que lo habría imaginado y volvió al salón.
Al llegar, se quedó petrificada en la puerta, afirmaba que estaba Antonio entre la televión y el sofá. Me dijo que empezó a preguntarle muy nerviosa que que hacia ahí. Pero que Antonio movía la boca y gesticulaba como si le contestase pero no se le escuchaba.
Cuando de repente una sombra con forma de mujer mayor con un moño pronunciado recorrió la pared del salón hasta llegar a Antonio metiéndose dentro de él. Remedios me aseguró de que en ese momento Antonio se quedó totalmente quieto y se le empezaron a poner los ojos rojos como brillantes.

-¿Que hiciste?- Le pregunté.
-Pues me fui corriendo a mi habitación y cerré por dentro hasta que llegaron mis padres- Me afirmó muy nerviosa.
La tranquilicé diciéndole que no se preocupase, que era porque estaba sugestionada por la ouija que hicimos el día antes, pero que aún así, después lo iba a solucionar.
Me había cruzado con dos personas de los cinco que hicimos la tabla el día antes y éramos ya tres a los que nos había ocurrido algo paranormal la noche antes a la misma hora, no solo era casualidad, si no que además había ocurrido todo a la misma hora, ahora, era de esperar que a los otros dos también les hubiesen ocurrido cosas, debía de enterarme y rápido.
Antonio
Terminó la primera hora de clases y me fui hasta Antonio.
-Tenemos que hablar.- le dije.
Nos marchamos fuera de la clase y le propuse fugarnos la segunda hora para invitarle a tomar algo en un bar cercano. Le pregunté por Pepa, puesto que no la había visto esa mañana y me dijo que él tampoco. Parecía que Pepa no había ido hoy a clase.
Una vez en el bar, le dije:
-Cuéntame que te pasó anoche sobre las doce.-
Antonio me miró raro:
-¿A que te refieres? No me ocurrió nada, ayer me dormí temprano. A las diez estaba en la cama.-
-Entonces ¿no te ocurrió nada sobre las doce? -le insistí.
-No, pero he tenido un sueño muy raro.- Se dispuso a contármelo.
Resulta no sabe porque motivo, estaba en casa de Remedios, se encontraba entre la televisión y el sofá, cuando de repente Remedios entro en el salón y empezó a chillar y a llorar, decía que que hacia yo en su casa, incluso le lanzó un cojín mientras le decía que se marchase y le preguntaba como había entrado.
Antonio afirmaba que le decía a Remedios que se tranquilizarse, que solo estaba allí para estudiar con ella, que habían quedado para ello y que ella misma le había abierto la puerta segundos antes.
Parecía como que Remedios no le escuchase y cada vez estaba mas nerviosa. Menos mal que vino su abuela y me pidió que la perdonase y me acompaño a la puerta. Después de eso me aseguró que se despertó para ir al aseo y tras contármelo, recordó que era media noche.
Tras contarme aquello y ante la ausencia en clase de Pepa, decidí que tenia que juntarlos a todos para hacer la ouija una vez más.
Estaba claro que algo estaba pasando y era algo paranormal, se escapaba de nuestras manos.
Durante el recreo les explique lo ocurrido a los tres y mi plan absurdo de jugar otra vez la ouija.
La discusión fue larga, ni Remedios, ni Ana querían hacerlo otra vez y a eso había que sumarle que faltaba Pepa. Pero finalmente, entendieron que no quedaba otra opción.
Quedamos esa misma tarde, todos les dijimos a nuestros padres que teníamos que hacer un trabajo con los compañeros.
Nos juntamos en un parque cercano al instituto que no solía tener mucho tránsito. Nos sentamos en medio de una pista de fútbol sala que se encontraba bastante descuidada y comenzamos con la invocación.
-Si hay alguien aquí, que haga una señal- empecé a decir.
No hubo respuesta alguna e insistí varias veces.
Pasó una media hora antes de que estando ya un poco aburridos, decidimos dejarlo.
No ocurrió nada, por más que nos concentramos y queríamos que la moneda se moviese, no pasó.
Tras una corta conversación en la que dejamos claro que quizás lo que había pasado era producto de nuestra propia imaginación y sugestión. Cada uno se marcho a su casa.
Por la noche volví a sacar a mi perro como tenia costumbre en el mismo parque en el que la noche anterior me había ocurrido el suceso.
Esperaba que todo hubiese sido una pesadilla, porque no había contestado nadie a la llamada de la tabla de la ouija que habíamos hecho esa tarde. Pero estaba apunto de descubrir que no era así, la pesadilla estaba apunto de comenzar.
Cuando llegué al parque, me senté en el columpio mientras mi perro se paseaba y hacia sus cosas.
Esa noche el paseo fue rápido. Empecé a columpiarme, me gustaba la sensación que me causaba el estar lo más alto posible, me gustaba columpiarme con fuerza. Empecé a balancearme. De repente y sin nadie decir ni hacer nada, cuando el balanceo volvía para coger más impulso, ocurrió algo que me estremeció, el columpio contiguo se alzo más alto incluso de lo que yo solía columpiarme.
Clavé los pies en el suelo a la bajada mientras sentía autentico miedo. Observé como el columpio que se encontraba apenas a unos centímetros de mí, se movía solo con una perfección como si hubiese alguien sentado en él.
Cuando me armé de valor, lo detuve y como intentaba autoconvencerme de que aquello que estaba ocurriendo era creado por mi propia mente, volví a sentarme en el columpio tras asegurarme varias veces de que no había nadie en el parque.
Comencé nuevamente a columpiarme u al segundo impulso que realicé, el columpio de mi lado me adelantó en altura.
En esta ocasión no paré el columpio, directamente solté mis manos cuando estaba en lo más alto, con el fin de que el impulso me hiciese llegar lo más lejos posible y salté.
Mientras corría hacia casa llamaba a mi perro que rápidamente me alcanzó y juntos volvimos a casa.
Una vez allí me sentía a salvo, jajajaja, cuan equivocado podría estar.
Me acosté y por la mañana al levantarme, pude ver en mi mesilla unos cuchillos colocados de tal manera que podía leerse con ellos la palabra NO.
Claro, los recogí rápidamente antes de que nadie pudiese verlos. Pero algo estaba claro, mirándolo de forma racional, soy sonámbulo.
Volví al instituto esperando que mis compañeros me volviesen a contar algún suceso paranormal.
Pero cuando los vi, cada uno de ellos me dijo lo mismo, no les había ocurrido nada. Un alivio por un lado, pero una preocupación por otro. Si a ellos no les había ocurrido nada, ¿porqué a mi si?
Comenzaron las clases y llegó Pepa, tocó la puerta, pidió permiso y disculpas por llegar un minuto tarde, pasó y se sentó en su sitio.
Me dio la sensación de que no me quitaba el ojo de encima. Para ser una compañera tan pequeña, esa mañana me intimidó.
En el cambio de clase, se me acercó y me dijo que teníamos que hablar.
Nos fugamos la segunda clase y nos fuimos a un bar cercano al instituto a tomar un café y nos dispusimos a charlar.
Pepa
En el momento en el que hicimos la tabla, vio a una mujer mayor acercarse a ella y no recordaba mucho más, parece ser que un ente sobrenatural se sintió insultado con nuestro juego.
Sin haber hablado con los demás y sin posibilidad de que ninguno le contásemos nada de lo ocurrido, fue capaz de describirme con el más mínimo detalle todas y cada una de las situaciones que me habían descrito los demás compañeros, incluso las cosas que me habían ocurrido a mí y no le había contado a nadie.
Le dije que si a los otros compañeros no les había ocurrido nada la noche anterior y a mi si, ¿todo había terminado?
-Nada más lejos- me contestó.
-A los demás los va a dejar tranquilos porque solamente se han visto envueltos en esto por seguirte a ti. Pero está enfadada contigo, porque dice que te reíste de ella y está ofendida. Los va a dejar tranquilos a todos menos a ti.-
Mi cara en ese momento tuvo que parecer descompuesta, pero continuó:
-No te preocupes, he quedado esta tarde con un grupo de amigos que tienen experiencia en estas cosas y vamos a hacer que te deje tranquilo-
Yo no sabia si creerme lo que estaba escuchando, pero después de lo vivido, quise creerla y lo hice.
Esa misma tarde, yo quería ir pero me pidió que no lo hiciese, era mejor que no estuviese, se junto con sus amigos y después de hacer lo que quisiera que hiciesen me llamó a casa y me dijo que todo había terminado.
Es cierto que esa noche no me ocurrió nada y durante algún tiempo creí o quise querer que todo había funcionado. Pero toda acción tiene sus consecuencias.
Poco a poco con el paso de los días yo sentía cosas raras, siempre me sentía vigilado, cuando me quedo solo, nunca lo estoy. Incluso veo cosas que otras personas no pueden ver.
Nunca supe porque me sentía así, hasta que el destino un par de años más tarde me hizo funerario.
Fue entonces cuando supe que aquel día, aunque nadie hasta hoy lo supiese, ocurrió algo más que el hecho de que un grupo de amigos hiciesen una tabla de la Ouija, aquel día fue el día en el que mi destino quedó marcado, el día en el que mi futuro me obligo a ser Funerario.
Con los años te acabas acostumbrando a todo y de igual manera, antes me costaba distinguir entre las personas reales y los espíritus errantes por culpa de la Ouija, pero hoy me es muy sencillo hacerlo.
Quiero dejar claro que me crean o no y desde aquel momento, yo en ocasiones si que veo muertos.
Recordad que podéis ver otras historias reales incluso más aterradoras que la de la Ouija en el rincón del Funerario.
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